jueves, 19 de septiembre de 2013

Sacar la mirada

Hebreos 12:1-2

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Desde el momento en que recibimos la salvación de Dios en nuestros corazones, comenzamos a correr una carrera. Cuando un atleta corre una carrera, lo hace pensando en el trofeo que recibirá si gana, por eso corre con todas sus fuerzas para ganar, pues, tiene los ojos puestos en el premio. ¿Qué pasa si quitamos la vista del trofeo, si lo apartamos de nuestra mente? Dejaríamos de correr con toda nuestra fuerza. Así es en la vida cristiana, si quitamos los ojos de Cristo comenzamos a tener problemas.

S. Mateo 14:27-31

Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!  Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Creo ninguno de nosotros, hoy en día, nos bajaríamos de la barca para caminar sobre las agua ¿No? Bueno, el punto es que si sacamos la mirada de Cristo nos hundimos irremediablemente.

Nosotros los creyentes estamos en medio de un mar embravecido, dónde salimos a caminar por la supeficie del agua para acercarnos a Cristo nuestro Señor. Podemos hacerlo sin problemas mientras miramos fijo a Dios, pero si sacamos la mirada de Él, todo empezará a ir mal y nos hundiremos. Es esto lo que pasa cuando dejamos de mirar a Cristo para ver a nuestro alrededor, vemos grandes olas que nos pueden "ahogar", un viento poderoso que "nos empuja"en la dirección opuesta y que nos trata de agotar. Caminamos sobre aguas oscuras, no sabemos que hay debajo y quizás el miedo nos paralice para no seguir, pero ¿Cuál es la seguridad del creyente?

S.Juan 10:27-30

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.

Nosotros estamos cimentados sobre la roca que es Cristo

Salmos 144:1-2

Bendito sea Jehová, mi roca, Quien adiestra mis manos para la batalla, Y mis dedos para la guerra;  Misericordia mía y mi castillo, Fortaleza mía y mi libertador, Escudo mío, en quien he confiado; El que sujeta a mi pueblo debajo de mí.

Sabemos que hay peligros, que Satanás desea vernos derrotados y caídos, pero mientras mantengamos firme nuestra fe, con los ojos en Cristo, nada podrá hacer nuestro enemigo.

Salmos 91:3-6, 9-10

Él te librará del lazo del cazador, De la peste destructora.  Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad.  No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día,  Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.  Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación,  No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada.

Hermanos, mantengamos la mirada fija en nuestro Salvador Jesús, aferrados de la Roca, ya que, de esta forma jamás nos hundiremos frente a las adversidades de esta vida, ni a los ataques del maligno.

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